VIACRUCIS
A base del Diario Espiritual de la Llama de Amor de Isabel Kindelmann
V-CENÁCULO DEL AÑO SANTO
A base del Diario Espiritual de la Llama de Amor de Isabel Kindelmann
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¿Te diste cuenta cuántas veces voy hacia ti para tomarte por la mano? Te conduzco para que no seas tímida. La abundancia de gracia que da fuerza y valor, eso soy yo. Esta es mi claridad que alumbra los caminos pedregosos en que tú tienes que andar. La luz no está en tu alma para que andes a tientas, sino para recordarte que yo también anduve en semejantes caminos. Toma fuerza de la fé, de la esperanza y del amor. No da lo mismo con qué espíritu andan ustedes este camino. Tú, ¡abandónate sólo en mí! El camino al Gólgota no fue sin tropiezos. Yo también tuve que abrirme camino a duras penas. Tú ahora vienes conmigo al Calvario. Este es el camino de las humillaciones. Nuestra querida Madre también viene con nosotros y comparte contigo sus dolores.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos, Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¡No te eches atrás! ¡Sufre conmigo! Sabes lo que te dije: hemos de llegar arriba, al Calvario. ¡Que nuestros pies vayan juntos! ¡No escatimes ningún esfuerzo, no conozcas límites, no te desconectes nunca ni por un instante de mi obra salvadora! Estas palabras las tienes que tener continuamente presentes. En esto consiste el seguir el ejemplo de los santos. En esto coinciden todos los cooperadores de mi obra salvadora, cualesquiera que hayan sido las circunstancias en las cuales les tocó vivir. Yo no me cambio frente a nadie, a quien llamo a mi seguimiento, esta condición mía no se cambia: ¡que tome su cruz y me siga! No hay ningún santo mío a quien ustedes no pueden seguir. Que yo les pongo entre diferentes circunstancias, es cierto, pero la exigencia es una e idéntica. Luego su ejemplo a imitar es el mismo: que renuncien ustedes a sí mismos y no escatimen ninguna fatiga, no conozcan límites y no se retiren jamás, ni por un instante de mi obra salvadora, porque si lo hicieran, tendría que sentir que ha disminuido su amor por mí.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¿Por qué andas tan apurada? ¿Hay algo más importante para ti que yo? O, tal vez, ¿te duelen las rodillas? Piensa en mí, cuando yo también caí de rodillas, pero no abandoné el vía crucis. ¡Quédate todavía conmigo! No ves ¡cuánto tiempo me encuentro solo! Yo les llamé a todos ustedes a mi obra salvadora, padres y madres, doctos e ignorantes, sanos y enfermos. Por mí todos pueden trabajar, el hombre libre y el que está sufriendo en la prisión, porque la disponibilidad del alma es lo importante y la libertad espiritual en que consiste la cultura del alma también. Y los enfermos, ellos sí, de verdad, pueden volar en alas de la confianza absoluta hacia mí. Que nuestro pensamiento sea siempre uno: ¡salvar las almas de la eterna condenación! Únicamente así puedes mitigar mi cruel dolor. Que no sea esto aburrido para ti. Te repito una y otra vez: ¡Sufre Conmigo!
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¿Quieres subir Conmigo al monte Calvario, al Gólgota? Si quieres, entonces tu sitio es estar junto a la Madre Dolorosa. No permitas que la tierra te atraiga hacia sí. Tú como flecha vuelas derecho hacia mí, con la ayuda de tantas gracias con las que te colmo. Por medio de estas puedes mantenerte en tu vuelo. ¡Confíen en mi Madre! Ella borra todo tipo de dudas y miedos con su amor maternal sin límites. Ella marca y protege a los que confían en ella. Sí, ustedes confían en ella, los malvados huirán trastornados y avergonzados.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Yo tampoco abandoné ni interrumpí el camino de los dolores. ¡Ven, vayamos juntos los dos, así resultará fácil para ti y para mí! La pena compartida es media pena. Sabes, ¡con cuánta dificultad yo también me arrastraba! No sin motivo le obligaron a ayudarme a Simón de Cirene. Ahora, ¡ayúdame tú también a mí! ¡Ayúdenme a cargar con mi cruz, es tan pesada! ¡No me dejen solo! Si les llamé es porque tengo necesidad de ustedes. Más aún, ha llegado el tiempo y la oportunidad para que ustedes den testimonio a favor mío. ¡No sean comodones! ¡Mírenme a mí, miren la Cruz! ¿Qué comodidad me permití yo? ¿Esto no les conmueve a ustedes? ¿O se han acostumbrado tanto a mi bondad que ya no le tienen ninguna estima? Oh, ustedes tibios, ¿qué les podría impresionar, si pasan insensibles junto a mi inconmensurable sufrimiento? Ustedes tienen libre voluntad y yo quisiera que vinieran a mí guiados por su propia libertad.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
Cuando dicen: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”, no me den la espalda, si no háganse dignos, dispongan sus corazones para una continua unión conmigo. Háganlo durante el día también, por medio de una jaculatoria fervorosa o una mirada de amor. ¡Qué ansias tan grandes siento por ustedes! ¡Son tan pocos los que vienen a mí! Por lo menos los que vienen sean entregados de verdad y recogidos. Despierten en sus almas la confianza hacia mí. Lo que más me duele es que no confían en mí. En vano tienen fe, sin la confianza no pueden acercarse a mí.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Hace mucho tiempo, cuando todavía no pensabas tanto en mí, yo ya entonces estaba junto a ti para defenderte de las caídas en el camino helado y resbaloso de la vida. ¿Verdad que entonces no creías que fuera yo quien te protegía de un mar de caídas? Sin embargo, así fue, porque yo seguía con especial cuidado cada paso tuyo. Mi amor es todopoderoso. Compenétrate de este gran milagro: yo continuamente estoy a la disposición de ustedes. Conmigo no necesitan estar parados haciendo cola ni pedir hora y lugar de cita. En todo momento y en todas partes estoy presente. Si me llaman, mi oído está ya sobre su corazón y les atiendo, les acaricio, les curo. Dime, ¿por qué piensas que estás sola? Pues soy yo quien te conduce. ¡No temas! No te suelto. ¡Ven, vamos juntos!
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Arrepentimiento! ¡Arrepentimiento! ¡Arrepentimiento! Esto pido de ustedes. La voz del arrepentimiento es la que llega hasta el trono de mi Padre celestial y esta es la voz que detiene sobre ustedes la mano castigadora de mi Padre. Estas palabras mías ya se pronunciaron cuando iba cargando la cruz y las piadosas mujeres se lamentaban más de mí que de sus propios pecados. De nuevo les pido, almas piadosas: ¡Arrepentimiento, arrepentimiento en lugar de otros también! Yo probé todo género de sufrimientos y fui al camino del dolor animado por la esperanza puesta en ustedes. Vi la mucha infidelidad y frente a ella su amorosa entrega también. Es esta que me movió y me mueve hoy también a la misericordia y a la clemencia. Sabes que si encuentro un solo justo, perdono a muchos.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¿Existe acaso alguien que estuviera más abandonado que yo, más despreciado, a quien hayan olvidado más que a mí? Si supieran, ¡qué anhelo siento por ustedes! En mi continua soledad les estoy llamando con mucho amor y paciencia y ustedes me tratan como si yo fuera una persona sin sentimientos. Ando sin comer ni beber, de calle en calle, de casa en casa, de pueblo en pueblo, en frío invierno y en ardiente calor, cuando aúlla el viento o llueve a cántaros. Nadie me pregunta a dónde voy en un estado tan lamentable. Mi pelo es pegajoso de sangre, mis pies agrietados por andar detrás de ustedes, extiendo mis manos sin cesar pidiendo ayuda. Ámenme a mí y consideren todo lo que hice por ustedes. Oh, ¡ustedes necios! Todo minuto se pasa, pero el tiempo que han gastado por mí nunca se pierde, sino se funde con la eternidad, cuyo valor es infinito.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Cuando un padre de familia compra un traje nuevo para su hijo, lo hace dar gracias y le inculca que lo cuide porque ha sido fruto de sacrificio. Mi Padre celestial también les ha dado un traje nuevo en el bautismo, el traje hermosísimo de la gracia santificante y ustedes, a pesar de todo, no lo cuidan. ¿Habrá padre de familia que haya sufrido más que yo? A fin de que la vestidura de gracia santificante pueda de nuevo recobrar su blancura he instituido el sacramento de la confesión y ustedes no hacen uso de el. Por eso he sudado sangre. Por eso me coronaron de espinas. Voluntariamente, me acosté sobre el madero de mi Santa Cruz. He sufrido lo indecible y después me escondí modestamente bajo una insignificante apariencia para ser más asequible a ustedes, para que no me tengan miedo. Como niño pequeño envuelto en blanco pañal, me he escondido en la Hostia Santa. Cuando entro en el corazón de ustedes, tengan cuidado de que no se halle en el vestido de su alma ninguna suciedad, desgarrón o mancha.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Yo mismo soy el Amor, la paciencia, la bondad, la comprensión, el perdón, el sacrificio, la salvación, la vida eterna. Y esto, ¿no lo quieren ustedes? Mi Sagrado Cuerpo crucificado y empapado de sangre, ¿en vano se alza a lo alto? ¿Dejan botada la abundancia de mis gracias? ¿No quieren compartir mis sentimientos? El latir de mi corazón manso y bondadoso, ¿no lo quieren escuchar? 4 Yo inventé todo para poder sufrir por ustedes y ustedes, comodones, no muestran ninguna prontitud, solo se excusan y en esto pasa toda su vida. Tomen ya sobre sí la cruz que yo también abracé y crucifíquense ya a sí mismo como yo lo hice, porque de otra manera ¡no tendrán la vida eterna!
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Ninguna alma debería condenarse. Esta palabra, condenación, causa terrible dolor a mi corazón. De nuevo sufriría la muerte de cruz por cada alma, aunque fuera sufriendo mil veces más, porque para los condenados ya no hay esperanza. ¡Impide esto, con tus deseos salva las almas! Grabé profundamente en tu alma mi enseñanza, mi sed por las almas. Cuando estuve suspendido en la cruz, exclamé con voz fuerte: ¡Tengo sed! Es esto lo que les grito hoy también a ustedes. Envuélveme con tu amor que recoge mi Sagrada Sangre que emana de la herida de mi costado. ¡Contémplame, solo contémplame! ¿Habrás visto en tu vida una criatura tan lastimosa, comparable a mí? ¿Ves cómo me arruiné a mí? Tú tampoco puedes hacer demasiado por mí. Yo extendí ante mi Padre celestial mis manos clavadas en la cruz para que les defienda, les salve de la eterna condenación. Ofrecí satisfacción a mi Padre. Ustedes también tienen que hacer esto. Esta es la verdadera participación en mi obra salvadora.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo
¡Mira mi rostro desfigurado y mi sagrado cuerpo torturado! ¿Acaso no sufrí por salvar las almas? ¡Cree en mí y adórame! ¡Con todo el amor de tu corazón sumérgete en mi Dolorosa Pasión! De mañana, al despertarte recuerda lo que - después de los terribles tormentos nocturnos - me esperaba todo el día. Mientras estés trabajando contempla hasta el fin el vía crucis en que no tuve ni un momento de descanso. Exhausto hasta el extremo me obligaron a subir al monte Calvario. Llegué en verdad hasta lo último. Por eso te digo, no puedes caer en exceso al hacer algo por mí. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde adora mis Santas Llagas. El ayuno ojalá lo guardes hasta la hora en que bajaron mi Sagrado Cuerpo de la cruz.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!
— Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Oh, qué feliz me siento cuando veo que no sufrí en vano por ti, por ustedes! Esto verdaderamente me alegra. Las almas de ustedes que viven en el fango de la tierra, no pueden librarse por sí mismas. Yo les saco del fango del pecado y luego les lavo con mi Sangre Preciosa. Póstrense al pie de mi Santa Cruz y dejen que caiga sobre ustedes esta bendita Sangre Preciosa. Mis gotas de sangre son un pagaré en sus manos, depende de ustedes que lo cobren. Este pagaré no vence hasta el fin del mundo. El alma que viva en gracia de Dios puede cobrarlo en cualquier lugar, en cualquier momento, hasta el día de su muerte, aunque ignore cuando esto ocurra. Por eso cada uno empéñese de hacer uso de su pagaré, el precio de rescate de mi Preciosa Sangre, lo más frecuentemente posible. No debe dejarlo para el atardecer de su vida, porque así solo por poco tiempo podrá utilizar el valor recibido. Aprovéchense de ello cuando están todavía en pleno vigor de sus vidas. Yo también en la plenitud de mi vida me inmolé por ustedes. Esta es la respuesta que con mayor agrado acepto de ustedes.
— ¡Ten piedad y misericordia de nosotros!